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17 opiniones sobre EL NUEVO SIGLO
Valoración 4.08823529411765 de 5
 Opinión de CLEMENCIA GARAVITO JIMENENZ en 08/03/2011
BUENAS TARDES : QUISIERA SABER DONDE PUEDO ADQUIRIR EL PERIODICO EL SIGLO DEL 29 DE AGOSTO DE 20..9 GRACIAS
 Opinión de IGNACIO BERRIO ACEVEDO en 17/04/2012
BUENAS TARDES : QUISIERA SABER DONDE PUEDO ADQUIRIR EL PERIODICO EL SIGLO DEL 10 de octubre de 1997
 Opinión de Juan Luis Tabuenca Giner en 11/05/2012
Asunto:Solicitud. Por un asuntos noticiosos, rogamos nos envíen si e.mail corporativo para poderles remitir nuestra carta de presentación. Quedo en espera de sus gratas noticias y aprovecho la ocasión para saludarles muy cordialmente desde Barcelona capital de la Nación Catalana desde el S-IX Atte. Grupo Alcan. J.Tabuenca
 Opinión de gloria yolanda sarmiento en 27/08/2012
favor indicarme si en Bucaramanga consigo el NUEVO SIGLO de los dias 27 de julio 2012 y 10 de Agosto 2012., son para presentarlos en un proceso sucesoral agradezco su orientación.gracias
 Opinión de eduardo triana moyano en 01/09/2012
Excelente diario, que ratifica con creces los ideales de su fundador, cuyos contenidos invitan a reflexionar y ainterpretar con objetividad la realidad colombiana, su diaria lectura nos invita a pregonar y consolidar nuestra fe en el partido Conservador.
 Opinión de Angelica Beltran en 04/10/2012
estoy muy interesada en saber si ustedes me pueden colaborar con la edicion del periodico del 13 de febrero de 1967 es un articulo sobre el asalto a una flota santa fe en caparrapi cund. Agradezco su colaboracion.
 Opinión de juan carlos matta en 16/07/2013
por internet puedo mirar los edicto de agosto 28 del 2007 de lo contrario como podria verlos gracias
 Opinión de LEONARDO BEVILAQUA en 06/11/2013
El Siglo es un diario referente de épocas, ya remotas, lamentablemente, de excelente periodismo bajo la dirección de Álvaro Gómez hurtado, y más adelante, años 80, de su hijo Mauricio Gómez. Pugnaz, intenso, ágil, ha sido su estilo, aunque sus periodistas deben sortear lo inevitable: las severas limitaciones económicas. Sus lectores son invariablemente los llamados "godos" o azules. Su mejor tradición periodística se vio desvirtuada hacia los años 70 por la presencia proverbial de políticos costeños, buena parte de ellos originarios de Bolívar, según dos de ellos fueron sus directores, ambos ya fallecidos: Alfredo Araujo Grau y Hugo Escobar Sierra, avezados senadores. En la jefatura de redacción, en consecuencia, anduvo un señor Emilio Severiche Pérez. Bajito, rechonchito, dicen que antes de asumir fue enfermero de los Seguros Sociales. En su oficio de elaborar editoriales, que por supuesto le era ajeno, solía embejucarse. Es decir, ponerse de mal talante, suerte que asumía rompiendo cuartillas y cuartillas, denominación que se daba en el ejercicio a largas tiras de papel en las cuales se tecleaban las noticias. Dichas cuartillas provenían del papel sobrante de gigantes rollos de los dispuestos para la impresión del periódico en la rotativa. Retales, que llaman. A falta de inspiración, y muchas veces bajo los efectos de la resaca --eran los años bohemios del periodismo-- el pequeño hombre estallaba en broncas por falta de fluidez en el tecleado de su vieja máquina Remington. El resultado: decenas de pelotas de papel con párrafos interrumpidos. El mensajero por muchos años fue un hijo de Pensilvania, Caldas, que luego trabajaría en la Presidencia de Belisario Bertancur. Era Carlos Julio González, parte de cuyas funciones consistía en ir a la cigarrería de la vuelta, carrera 13 entre calles 15 y 16, a traer de modo subrepticio la consabida dosis de Aguardiente Néctar. La planta de redactores, unos 10, tecleaba hasta sacarle chispas a sus máquinas, en lo que parecía no una sala de redacción, sino una fábrica. De muchos ilustres periodistas que por allí pasaron puede recordarse a los hermanos Alfonso y Gonzalo Castellanos, Hernando Sánchez, Raúl Osorio (Rasor), Elías Matus, Gabriel y Ariel Cabrera, María Eugenia Martínez, Guillermo Tribín Piedrahita, Héctor Troyano Guzmán, Ignacio Neissa, Javier Ayala, Eliécer Ortega, Camilo y Fernando Tovar Ramos, Hernán Silva, Joselyn Cuervo, un monteriano de apellido Castro, Enrique Parra (El Fantasma), Hernando Sánchez Giraldo (Sangiral), Hernando Mateus Ortega, los Libardos Gil Ceballos y Tirado, uno de apellido Salazar, muy callado él; Carlos Julio Guzmán, Alirio Bernal, Daisy Cañón, Julio Abril, Aida Luz Herrera, para citar parte de una tradición de los años 60 y 70. ¡Gran época aquella, cargada de gente buena, honorable, mística y además bohemia. Diagramador: un señorazo, de apellido Pérez, que además formulaba los pronósticos de la hípica (concurso del 5 y 6) en las carreras del Hipódromo de Techo. ¡Si recordar es vivir! Y había colaboradores externos de lujo, como Fernando Dangond Uribe, Hernán Tovar Ramos, Juan Gustavo Cobo Borda, Ben Hur Sánchez, Hugo Barti, que hicieron del inolvidable suplemento literario dominical todo un hito de la cultura y del saber. en la fotografía destacaban, digámoslo por apellidos, la memoria no alcanza, Velasco, Valderrama, Barajas, Vargas, Angel Vargas, Castro Gaitán, entre los que flotan en esta evocación. En contabilidad había una chica despampanante, Betty González, de Honda (Tolima) que deslumbraba por sus "hot-pants" (pantaloncitos calientes) y una recepcionista muy carismática, Ángela Niño, de Cúcuta. Tiempos idos, pero tiempos felices los de aquel "Diario de La Capuchina", en la Calle 15, costado norte, abajo de la Carrera 13. Quiera Dios que El Siglo perdure como su nombre, por todos los siglos de los siglos. Amén.
 Opinión de LEONARDO BEVILAQUA en 06/11/2013
REESCRITO PARA AJUSTAR ALGUNOS DETALLES. El Siglo es un diario referente de grandes épocas. ya remotas lamentablemente, de excelente factura periosítica, en particular bajo la dirección de Álvaro Gómez Hurtado, y más adelante, años 80, de su hijo Mauricio Gómez. Pugnaz, intenso, ágil, ha sido su estilo, aunque sus periodistas deben sortear lo inevitable: las severas limitaciones económicas. Sus lectores son invariablemente los llamados "godos" o azules. Su mejor tradición periodística se vio desvirtuada hacia los años 70 por la presencia proverbial de políticos costeños, buena parte de ellos originarios de Bolívar, según dos de ellos fueron sus directores, ambos ya fallecidos: Alfredo Araujo Grau y Hugo Escobar Sierra, avezados senadores. En la jefatura de redacción, en consecuencia, anduvo un señor Emilio Severiche Pérez. Bajito, rechonchito, bastante coqueto, dicen que antes de asumir fue enfermero de los Seguros Sociales. En su oficio de elaborar editoriales, que por supuesto le era ajeno al punto de ser una bragueta muy activa, solía embejucarse. Es decir, ponerse de mal talante, suerte que asumía rompiendo cuartillas y cuartillas, denominación que se daba en el ejercicio a largas tiras de papel en las cuales se tecleaban las noticias. Las susodichas cuartillas provenían del papel sobrante de gigantes rollos de los dispuestos para la impresión del periódico en la rotativa. Retales, que llaman. A falta de inspiración, y muchas veces bajo los efectos de la resaca --eran los años más bohemios del periodismo-- el pequeño hombre estallaba en broncas por falta de fluidez en el tecleado de su vieja máquina Remington. El resultado: decenas de pelotas de papel con párrafos interrumpidos. El mensajero por muchos años fue un hijo de Pensilvania, Caldas, que luego trabajaría en la Presidencia de Belisario Bertancur. Era Carlos Julio González, parte de cuyas funciones consistía en ir a la cigarrería de la vuelta, carrera 13 entre calles 15 y 16, a traer de modo subrepticio la consabida dosis de Aguardiente Néctar. La planta de redactores, unos 10, tecleaba hasta sacarle chispas a sus máquinas, en lo que parecía no una sala de redacción, sino una fábrica. De muchos ilustres periodistas que por allí pasaron puede recordarse a los hermanos Alfonso y Gonzalo Castellanos, Hernando Sánchez, Raúl Osorio (Rasor), Elías Matus, Gabriel y Ariel Cabrera, María Eugenia Martínez, Arturo Bustos, Harada De San Martín, Guillermo Tribín Piedrahita, Héctor Troyano Guzmán, Ignacio Neissa, Javier Ayala, Eliécer Ortega, Camilo y Fernando Tovar Ramos, Hernán Silva, Joselyn Cuervo, un monteriano de apellido Castro, Enrique Parra (El Fantasma), Hernando Sánchez Giraldo (Sangiral), Hernando Mateus Ortega, los Libardos Gil Ceballos y Tirado, uno de apellido Salazar, muy callado él; Carlos Julio Guzmán, Alirio Bernal, Daisy Cañón, Julio Abril, Aida Luz Herrera, para citar parte de una tradición de los años 60 y 70. ¡Gran época aquella, cargada de gente buena, honorable, mística y además bohemia. Diagramador: un señorazo, Alfonso Pérez, que además formulaba los pronósticos de la hípica (concurso del 5 y 6) en las carreras del Hipódromo de Techo. ¡Si recordar es vivir! Y había colaboradores externos de lujo, como Fernando Dangond Uribe, Hernán Tovar Ramos, Juan Gustavo Cobo Borda, Ben Hur Sánchez, Hugo Barti, que hicieron del inolvidable suplemento literario dominical todo un hito de la cultura y del saber. En el departamento de fotografía destacaban, digámoslo en algunos por apellidos, la memoria no alcanza para todos, Luis Velasco, Rodrigo Valderrama, Barajas, Vargas, Angel Vargas, Castro Gaitán, entre los que flotan en esta evocación. En contabilidad había una chica despampanante, Betty González, de Honda (Tolima) que deslumbraba por sus "hot-pants" (pantaloncitos calientes) y una recepcionista muy carismática, Ángela Niño, de Cúcuta. Tiempos idos, pero tiempos felices los de aquel "Diario de La Capuchina", en la Calle 15, costado norte, abajo de la Carrera 13. Quiera Dios que El Siglo perdure como su nombre, por todos los siglos de los siglos. Amén.
 Opinión de Vicente en 29/01/2014
Aunque parecían de una misma familia, los personajes de la redacción de El Siglo de las décadas señaladas por Leonardo Bevilacqua merecerían reseñarse individualmente. De cada uno de ellos podrían escribirse nutritivas historias. Más de unos que de otros, como cualquiera podrá suponerlo. Por lo pronto, vale la pena reseñar a uno en particular. Embutido en poco más de metro y medio de alzada, nariz aguileña y epidermis del color de la tierra, el individuo en cuestión cumplía en la sala de redactores una doble tarea: la de mensajero y la de “agente secreto”, aunque de esto último tuviera poco: todos conocían que el hombrecillo era el sapo de la empresa. De eso sabía mucho. Lo denunciaba la protuberante giba que le empujaba la cara contra el piso, resultado de tanta inclinación de cerviz. No obstante su condición, la más baja en la escala de la redacción y la peor de la moral humana, Carlos Julio González, como así se llamaba, no escondía sus pretensiones de ser algún día un periodista más del diario que por años fue la mejor facultad de periodismo del país. Por eso no era raro encontrarlo muchas veces doblado sobre la máquina de escribir que estuviera disponible, bien porque el titular no había llegado o bien porque aquel estuviera de vacaciones. Pero Carlos Julio lo único que tecleaba repetidamente era el monosílabo “tur”. Lo hacía con tal vehemencia que del teclado parecía salir humo. Para quienes aprendieron mecanografía de modo empírico en los computadores y quienes lo hacen hoy en las tablets, vale decir que “tur” era el primer ejercicio que enseñaban las viejas academias de mecanografía, entre otras la Paciolo, la Pittsburgh y Escolombias. Había que llenar varias cuartillas antes de pasar al siguiente ejercicio pero Carlos Julio nunca pudo superar ese reto porque nadie se lo dijo. Sin embargo, por encima de sus aspiraciones periodísticas estaba su capacidad para servirle con humillación a sus jefes inmediatos, que lo eran Emiro Severiche, jefe de redacción, y Rafael Bermúdez, jefe de información, quienes en la práctica venían a cumplir las mismas funciones, solo que uno las hacía en el día y el otro no bien comenzaba la noche. Bermúdez era un sujeto avanzado en años, enjuto hasta la insignificancia, malhumorado, lleno de achaques y horrorosamente sucio. La caspa que adornaba sus hombros de modo permanente y repugnante parecía avena en hojuelas. Pero el viejo ni se inmutaba. Bebía aguardiente hasta la dipsomanía y fumaba como un carretero. Cuanto más redundaba en los vicios más neurótico se ponía. Odiaba a todo el mundo pero fingía sonreír cuando tenía que acudir a una de las esporádicas citas con el director del diario, quien no era otro que Álvaro Gómez Hurtado. Al subir las escaleras del tercero al cuarto piso para atender ese compromiso, tambaleaba por los efectos del alcohol y dejaba caer algo de caspa en los escalones, pero no la suficiente como para presentarse dignamente ante su jefe supremo. Antes de ingresar al despacho del ilustre director ensayaba una risita hipócrita, que no dejaba de ser macabra: debía esforzarse porque tenía los dientes tan oxidados como las uñas de sus manos y un aliento de mofeta capaz de tumbar a un elefante. El abuso de la nicotina y de la botella diaria de Néctar empeoraban su carácter y obviamente las relaciones con el entorno, pero se daba sus mañas para disimularlo delante de personas de mayor jerarquía. Carlos Julio González, a cambio de una modesta propina que recibía sin ningún pudor, no solamente era su sirviente personal. También le prestaba oídos a todas las historias que el viejito solía repetir cuando llegaba a lo más alto de sus borracheras, umbral que alcanzaba hacia las diez de la noche todos los días. Así aprendió un poco de historia política, sobre lo que significó para el país la Hegemonía Conservadora y su final con la asunción de Olaya Herrera al poder, que eran los temas favoritos del viejo comunicador, quien había servido a su partido desde los tiempos gloriosos de Laureano Gómez. Al filo de la media noche, Bermúdez abandonaba su oficina levantado en vilo por su obsecuente servidor, quien lo depositaba en el taxi que lo llevaría a su casa. Antes de arrellanarse en el asiento trasero del vehículo, el viejo gritaba un ¡Que viva el Partido Conservador!, no sin dejar de escupir algunas babas que terminaban siempre en el rostro de Carlos Julio. Este, sumiso como perro de indigente, respondía sin atenuantes: ¡Que viva..!
 Opinión de nohra ramirez en 31/01/2014
Buenas noches, les agradeceria me informaran como puedo mirar por internet el aviso publicado por operadores logisticos de carga s.a.s. el dia sabado 25 de enero de 2014. Muchas gracias por su ayuda.
 Opinión de Claudia en 18/03/2014
Hola buenas tardes, quisiera saber en que parte del diario el nuevo siglo publican los edictos emplazatorios, he buscado y nada, me dijeron que lo publicarian el 18 de marzo de 2014, gracias por su colaboracion
 Opinión de mauricio rivera en 10/04/2015
Buenas tardes necesito verificar si un edicto emplazatorio fue publicado el 8 de abril del 2014, donde lo puedo verificar. Gracias
 Opinión de MaritzaOspina en 12/04/2015
Buenos dias quisiera saber como encuentro un edicto publicado el dia 26 de marzo de 2015 gracias
 Opinión de Lucía Santa en 30/11/2015
Este mensaje le interesa a ANGÉLICA BELTRÁN, quien el 04/10/2012 pregunta por la edición del periódico del 13 de febrero de 1967, que da cuenta del asalto a un bus intermunicipal en Caparrapí, Cundinamarca, en el que murieron 6 personas. Si me contacta en el e-mail: nohaysantaluciaquevalga@gmail.com yo le podría colaborar con esa información. Sé que han pasado más de 3 años desde que puso su mensaje. Espero que no sea tarde. Mucha suerte. LUCÍA SANTA.
 Opinión de sonia valbuena en 30/07/2017
buen dia quisiera saber el sitio en donde puedo encontrar un ejemplar del dia de hoy 30 de julio de 2017 por favor gracias
 Opinión de ANTONIO ESPITIA en 18/11/2017
Cordial saludo: Les agradezco si me informan, por favor, dónde puede conseguir la edición completa de EL NUEVO SIGLO del pasado domingo 12 de noviembre de 2017. Muchas gracias.
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